Escrito por Juan M Ferrer, Vicepresidente Restauración / CAEB, CEO Enjoy Group
El Renacimiento es un periodo de luz y creatividad humana que empieza en Italia y se contagia posteriormente a toda Europa. Este tiempo marca el principio de una época extraordinaria de grandes logros y cambios culturales que hizo de transición entre la oscuridad de la Edad Media al retomar las pautas de los grandes clásicos de Grecia y Roma.
En Italia, un país tan igual al nuestro, han sido capaces de firmar un acuerdo donde todo el turismo, empresas e instituciones han escrito un manifiesto para recuperar la calidad de la marca Italia y defender su industria vacacional. Es una actitud que se basa en el orgullo de quiénes son y cómo se quieren mostrar al mundo. Para ello han fichado a un equipo de gestores fuera de la política que se dedicará a su implementación.
Mientras tanto en nuestra isla, ombligo del Mediterráneo y epicentro del turismo, y más concretamente en su capital, motor de la maquinaria que nos da de comer, seguimos en la oscuridad, con debates banales sobre terrazas y haciendo caso a líderes vecinales que no representan ni el 0,89 % de toda la población censada en Palma, en base a lo que dice su Facebook. Cuando en realidad no son más que una extensión de su estructura de partido. Están en su “entourage” porque marcan la agenda de las decisiones de los políticos en estos menesteres, y de paso se llevan ricas subvenciones de todos los ciudadanos que no representan. Los mismos que después disfrutan de sus calles y terrazas.
La ceguera o miopía del consistorio es tan grande que cree que esta política le renta en votos, igual que la tolerancia que ejercen de la constante violación de graffitis. Una ciudad que, cerrada y sin gente no sabes muy bien si estas en Palma o en un suburbio de cualquier ciudad industrial, paradójico ya que no queda ninguna fabrica en pie o abierta. Las han destruido todas, a pesar de que se han llenado la boca hablando de diversificar el mono cultivo del turismo mientras las sometían a leyes, normas y burocracia para que no quedará ninguna viva. Después, empresarios asqueados, hastiados, y deprimidos. “Da Pena”.
La dislexia es aun más profunda cuando seguimos viendo con estupor que la entrada de Palma sigue, un año después, sin acabar, invadida de malas hierbas y rastrojos, equipos de obras y vallas. Bien que disfrutaron mientras todos los residentes y turistas (si en esa época aún había turistas) nos hacinábamos en tres carriles estrechos con largas colas de entrada y salida, incluso nos podíamos tocar los retrovisores entre coches. Pues señores, sigue igual pero un poco peor. “Da igual”.
Nuestros jardines, esquinas y rincones de la ciudad huelen a orín porque en 30 años no han sido capaces todavía de crear algún baño público, sí en cambio, obligar a los restauradores a tenerlos en condiciones perfectas haciendo esa prestación en lugar del consistorio. Después, como premio, subida de la factura del Emaya, el agua y las tasas de alcantarillado y cuidado no te caiga alguna visita oficial para inspección los susodichos lavabos. “Da asco”.
Y así podría seguir y continuar por calles, barrios, distritos de toda la ciudad y el despropósito sería igual, y con este panorama tan esperanzador, aún tenemos falsos Mesías predicadores que nos quieren hablar de modelo de ciudad, y que las terrazas, el turismo e incluso los cruceros, son las culpables de todos nuestros males.
Ha llegado el momento de renacer, de tener las mejores terrazas de Europa y ser famosos por ello. De estar orgullosos de la entrada a la ciudad más espectacular del Mediterráneo con flores, palmeras y un gran Bienvenidos para quienes nos visitan.
Necesitamos una ciudad que huela a orden, a belleza, limpia de graffitis en sus persianas, paredes y cocheras. En definitiva, es hora de despertar de esta oscuridad aducida y abrazar de nuevo la luz. Hay que recuperar el orgullo de quienes somos.
Debemos Renacer y enterrar de una vez la edad media que nos azota.
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